María, Justo, Elizabeth, Nely, Rita, Yesenia, Henry, Sabino, Justo, Lucía, Juan, Delinda, Esau, Judith…, son algunos de los nombres de los padres y madres de los niños y niñas de educación infantil y de educación especial del Centro san Francisco de Asís de El Alto. Antes de la pandemia, estas familias campesinas disponían de pequeños ingresos que les permitían vivir al día con trabajos de albañilería o la venta ambulante.
El confinamiento ha alterado sus vidas completamente. Con viviendas precarias, en gran parte de alquiler, y con deudas en el banco, no tienen ingresos ni para lo más básico. Desde la dirección del Centro se ha detectado a las familias más vulnerables, procurando ayudarles en lo más esencial: alimentos nutritivos, medicinas, mascarillas y productos de higiene.
El miedo, la incertidumbre, y sobre todo la ansiedad que provoca el no disponer de ingreso alguno, están generando situaciones de mucho sufrimiento. Aliviar este sufrimiento es el objetivo de MISOL, y lo vemos cumplido cuando una sonrisa de gratitud asoma en el rostro de esos padres y madres, que luchan por sacar adelante a sus familias.