Gari Durán, voluntaria de MISOL nos escribe desde Vinto.
El día 15 de diciembre se celebró en la Fundación Nueva Luz, en Vinto, la Fiesta de Navidad. Una vez finalizado el curso académico, en el que gracias a la labor de la Fundación gestionada por MISOL, los niños y niñas de Vinto, reciben refuerzo escolar y dos comidas al día, se puso en marcha una “escuela de verano” para que durante los quince primeros días de vacaciones, los niños siguiesen en la Fundación, realizando actividades lúdicas así como manualidades adaptadas a su edad. La entrega de las profes Senaida, María y Laura, así como de Jimena, Eli y la de las cooperantes Inés y Julia, hicieron posible que todo fuese a las mil maravillas.
La Fundación Nueva Luz es un lugar en el que ocurren milagros cada día, y cuando parece que se cierra una puerta, de pronto, casi en el último momento, actúa la Providencia, y se vuelve a abrir. Aunque quizás el mayor milagro sea la gente que trabaja en ella y esos niños y niñas de los que una recibe una lección de dignidad, responsabilidad y cariño, de la que es difícil olvidarse.
Así que la Fiesta de Navidad fue un cúmulo de pequeños milagros: las manualidades a punto para la exposición, los villancicos aprendidos –¡con baile incluido!-; un belén viviente en el que cada uno asumió su papel con absoluta seriedad (hasta el pequeño Neemías en su papel de Niño Jesús); una Eucaristía que casi no se celebra por falta de sacerdote; los canastones con productos esenciales para cada familia, primorosamente envueltos, y los juguetes, que dos días antes se daban por perdidos pero que la tenacidad de la hermana Antonia, hizo que “milagrosamente” apareciesen para llenar de alegría a todos y cada uno de los niños y niñas de Nueva Luz. Y cómo no los buñuelos de doña María, que pusieron el broche final a una fiesta de Navidad en la que –os lo aseguro- el Niño Dios estuvo muy presente.