Carla vive en un barrio de El Alto (Bolivia). Cuando tenía 16 años, se le inflamó una vena; el riego sanguíneo insuficiente en su cerebro, le provocó una discapacidad física-motora que la dejo invalida. Gracias al tratamiento de fisioterapia que está recibiendo en el Centro de Educación San Francisco de Asís (El Alto-Bolivia), institución educativa de la Congregación donde MISOL desarrolla un proyecto integral para niños con otras capacidades, Carla poco a poco está volviendo a caminar.
Valentina vive en el barrio de El Milagro (Perú). Desde que comenzó a acudir al I.E. Toni Real Vicens (Trujillo-Perú), institución educativa de la Congregación donde MISOL lleva a cabo uno de sus principales proyectos, ha aprendido a manejar los cubiertos, a lavarse, a ir al baño, y se ha vuelto cariñosa y confiada. Valentina nació en una familia disfuncional, de madre alcohólica y padre drogadicto, y cuando llegó al colegio no quería relacionarse con nadie; ningún profesor podía acercarse a ella pues reaccionaba de forma brusca y huraña.
Carla y Valentina no tienen la misma edad, nacieron en países y culturas diferentes, sus circunstancias vitales son muy distintas, pero tienen cosas en común: su discapacidad y la solidaridad de personas que las apoyan para que vivan una vida plena e integradas en la sociedad.
